Canción para celebrarte
Dulcemente
vencido, reclinado sobre tu bello cuerpo,
con la
frente caída como un grávido fruto
sobre tu
corazón: dichoso y triste,
extrañamente
niño mientras oigo
la música
lejana de tu voz, de tu sangre
llena de
flores rojas que se abren
al roce de
mis labios;
ciego por el
dorado
resplandor
de tu piel, por el ardiente
sol que
llevas en ti como una lámpara;
desvalido y
lejano, rodeado
por la
infinita soledad del mundo
y abrazado a
tu cuerpo, temeroso
de que el
amor no alcance a sostenernos
sobre tanto
vacío.
Oh querida,
oh pequeña o infinita comarca de ternura:
muchacha
mía, sangre rumorosa
llena de
tiernos pájaros que cantan
su pasión
inocente.
La vida, el
mundo empiezan
donde nace
tu cuerpo, se iluminan
y se vuelven
misterio inalcanzable
en lo alto
de ti, sobre tu frente
asomada a
las últimas estrellas.
Detenida en
el centro de mi alma,
sobre mi
corazón, que está vencido,
que quiere
ser vencido, dulcemente
cambias mi
oscura sangre fatigada
en vino
claro y fuerte.
Mi cuerpo en
una boca que te llama,
mi triste
carne en sueño.
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