B. A. 31/1/72
Ma très chère,
Tristísimo día en que te telefoneé para no
escuchar sino voces espúreas, indignas, originarias de criaturas que
los hacedores de golems hacían frente a los espejos (cf. von Arnim).
Pero vos, mi amor, no me desmemories. Vos sabés
cuánto y sobre todo sufro. Acaso las dos sepamos que te estoy
buscando. Sea como fuere, aquí hay un bosque musical para dos niñas
fieles: S. y A.
Escribime, la muy querida. Necesito de la bella
certidumbre de tu estar aquí, ici-bas pourtant [aquí abajo, sin embargo]. Yo traduzco sin ganas, mi asma es
impresionante (para festejarme descubrí que a Martha le molesta el
ruido de mi respiración de enferma.) ¿Por qué, Silvina adorada,
cualquier mierda respira bien y yo me quedo encerrada y soy Fedra y
soy Ana Frank?
El sábado, en Bécquar, corrí en moto y choqué.
Me duele todo (no me dolería si me tocaras –y esto no es una frase
zalamera). Como no quise alarmar a los de la casa, nada dije. Me eché
al sol. Me desmayé pero por suerte nadie lo supo. Me gusta contarte
estas gansadas porque sólo vos me las escuchás. ¿Y tu libro? El
mío acaba de salir. Formato precioso. Te lo envío a Posadas 1650,
quien, por ser amante de Quintana, se lo transmitirá entre
ascogencia y escogencia.
Te (les) envié aussi un cuaderniyo venezol-ano
con un no sé qué de degutante (como dicen Ellos). Pero que te editen en 15 días (…) Mais oui, je
suis une chienne dans le bois, je suis avide de jouir (mais jusqu’au
péril extrême).
Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y
lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y
perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas
y, surtout (bis10) tus manos que llevan a la casa del
recuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero.
Silvine, mi vida (en el sentido literal) le
escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví
a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se
dio cuenta de que te amo SIN FONDO. A él lo amo pero es distinto,
vos sabés ¿no? Además lo admiro y es tan dulce y aristocrático y
simple. Pero no es vos, mon cher amour. Te dejo: me muero de fiebre y
tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus
poemas en voz viva. Sylvette mon amour, pronto te escribiré. Sylv.,
yo sé lo que es esta carta. Pero te tengo confianza mística. Además
la muerte tan cercana a mí (tan lozana!) me oprime. (…) Sylvette,
no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos
maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te
molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al
recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace
puesto que ya lo ves lo sexual es un “tercero” por añadidura. En
fin, no sigo. Les mando los 2 librejos de poemúnculos meos –cosa
seria. Te beso como yo sé i a la rusa (con variantes francesas y de
Córcega).
O no te beso sino que te saludo, según tus
gustos, como quieras.
Me someto. Siempre dije no para un
día decir mejor sí.
Ojo: esta carta tu peut t’en foutre et me
répondre à propos des
hormigas culonas.
Sylvette, tu es la seule, l’unique. Mais ça il
faut le dire: Jamais tu ne rencontreras quelqu’un comme moi –Et
tu le sais (tout)
(Et maintenant je pleure.
Silvina curame,
ayudame, no es posible ser tamaña
supliciada -)
Silvina, curame, no hagas que tenga que morir ya.
P.S.
Besos a Martha. Cómo está? Ignoro por qué la
evoco estos días. Decile que Historia del Arte es, chez nous, una
carrera que conduce derechamente a la mierda. Lo averigüé ad hoc -
ad joch.
Silvette
(de "Correspondencia Pizarnik", Ivonne Bordelois. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1998).
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