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Dondequiera que la presencia de la mujer es difícil, onerosa
o perjudicial, ya sea en la alcoba del soltero, ya en el campo de
concentración, el empleo de Plastisex ©, es sumamente recomendable. El ejército y la marina, así como algunos
directores de establecimientos penales y docentes, proporcionan a los reclusos
el servicio de estas atractivas e higiénicas criaturas.
Ahora nos
dirigimos a usted, dichoso o desafortunado en el amor. Le proponemos la mujer
que ha soñado toda la vida: se maneja por medio de controles automáticos y está
hecha de materiales sintéticos que reproducen a voluntad las características
más superficiales o recónditas de la belleza femenina. Alta y delgada, menuda y
redonda, rubia o morena, pelirroja o platinada: todas están en el mercado.
Ponemos a su disposición un ejército de artistas plásticos, expertos en la
cultura y el diseño, la pintura y el dibujo; hábiles artesanos del moldeado y
el vaciado; técnicos en cibernética y electrónica, pueden desatar para usted
una momia de la decimoctava dinastía o sacarle de la tina a la más rutilante
estrella de cine, salpicada todavía por el agua y las sales del baño matinal.
Tenemos listas
para ser enviadas todas las bellezas famosas del pasado y del presente, pero
atendemos cualquier solicitud y fabricamos modelos especiales. Si los encantos
de Madame Récamier no le bastan para olvidar a la que lo dejó plantado,
envíenos fotografías, documentos, medidas, prendas de vestir y descripciones
entusiastas. Ella quedará a sus órdenes mediante un tablero de controles no más
difícil de manejar que los botones de un televisor.
Si usted quiere y
dispone de recursos suficientes, ella puede tener ojos de esmeralda, de
turquesa o de azabache legítimo, labios de coral o de rubí, dientes de perlas
y… etcétera, etcétera. Nuestras damas son totalmente indeformables e
inarrugables, conservan la suavidad de su tez y la turgencia de sus líneas,
dicen que sí en todos los idiomas vivos y muertos de la tierra, cantan y se
mueven al compás de los ritmos de moda. El rostro se presenta maquillado de
acuerdo con los modelos originales, paro pueden hacerse toda clase de
variantes, al gusto de cada quien, mediante los cosméticos apropiados.
La boca, las fosas
nasales, la cara interna de los párpados y las demás regiones mucosas, están
hechas con suavísima esponja saturada con sustancias nutritivas y estuosas, de
viscosidad variable y con diferentes índices afrodisíacos y vitamínicos,
extraídas de algas marinas y plantas medicinales. “Hay leche y miel bajo tu
lengua…”, dice el Cantar de los cantares.
Usted puede emular los placeres de Salomón; haga una mixtura con leche de cabra
y miel de avispas; llene con ella el depósito craneano de su Plastisex ©, sazónela al oporto o al
benedictine: sentirá que los ríos del paraíso fluyen a su boca en el largo beso
alimenticio. (Hasta ahora, nos hemos reservado bajo patente el derecho de
adaptar las glándulas mamarias como redomas de licor.)
Nuestras venus
están garantizadas para un servicio perfecto de diez años -duración promedio de
cualquier esposa-, salvo los casos en que sean sometidas a prácticas anormales
de sadismo. Como en todas las de carne y hueso, su peso es rigurosamente
específico y el noventa por ciento corresponde al agua que circula por las
finísimas burbujas de su cuerpo esponjado, caldeada por un sistema venoso de
calefacción eléctrica. Así se obtiene la ilusión perfecta del desplazamiento de
los músculos bajo la piel, y el equilibrio hidrostático de las masas carnosas
durante el movimiento. Cuando el termostato se lleva a un grado de temperatura
febril, una tenue exudación salina aflora a la superficie cutánea. El agua no
sólo cumple funciones físicas de plasticidad variable, sino también claramente
fisiológicas e higiénicas: haciéndola fluir intensamente de dentro hacia fuera,
asegura la limpieza rápida y completa de las Plastisex ©.
Un armazón de
magnesio, irrompible hasta en los más apasionados abrazos y finamente diseñado
a partir del esqueleto humano, asegura con propiedad todos los movimientos y
posiciones de la Plastisex ©. Con
un poco de práctica, se puede bailar, luchar, hacer ejercicios gimnásticos o
acrobáticos y producir en su cuerpo reacciones de acogida o rechazo más o menos
enérgicas. (Aunque sumisas, las Plastisex © son sumamente vigorosas, ya que están equipadas con un motor eléctrico
de medio caballo de fuerza.)
Por lo que se
refiere a la cabellera y demás vegetaciones pilosas, hemos logrado producir una
fibra de acetato que tiene las características del pelaje femenino, y que lo
supera en belleza, textura y elasticidad. ¿Es usted aficionado a los placeres
del olfato? Sintonice entonces la escala de los olores. Desde el tenue aroma
axilar hecho a base de sándalo y almizcle, hasta las más recias emanaciones de
la mujer asoleada y deportiva: ácido butírico puro, o los más quintaesenciados
productos de la perfumería moderna. Embriáguese a su gusto.
La gama olfativa
se extiende naturalmente hasta el aliento, sí, porque nuestras venus respiran
acompasada o agitadamente. Un regulador asegura la curva creciente de sus
anhelos, desde el suspiro al gemido, mediante el ritmo controlable de sus
canjes respiratorios. Automáticamente el corazón acompasa la fuerza y la
velocidad de sus latidos…
En la rama de
accesorios, la Plastisex ©
rivaliza en vestuario y ornato con el atuendo de las señoras más distinguidas.
Desnuda, es sencillamente insuperable: púber o impúber, en la flor de la juventud
o con todas las opulencias maduras del otoño, según el matiz peculiar de cada
raza o mestizaje.
Para los amantes
celosos, hemos superado el antiguo ideal del cinturón de castidad: un estuche
de cuerpo entero que convierte a cada mujer en una fortaleza de acero
inexpugnable. Y por lo que toca a la virginidad, cada Plastisex © va provista de un dispositivo que no
puede violar más que usted mismo, el himen plástico que es un verdadero sello
de garantía. Tan fiel al original, que al ser destruido se contrae sobre sí
mismo y reproduce las excrecencias coralinas llamadas carúnculas mirtiformes.
Siguiendo la
inflexible línea de ética comercial que nos hemos trazado, nos interesa
denunciar los rumores, más o menos encubiertos, que algunos clientes neuróticos
han hecho circular a propósito de nuestra venus. Se dice que hemos creado una
mujer tan perfecta, que varios modelos, ardientemente amados por hombres
solitarios, han quedado encinta y que otros sufren ciertos trastornos
periódicos. Nada más falso. Aunque nuestro departamento de investigación
trabaja a toda capacidad y con un presupuesto triplicado, no podemos jactamos
todavía de haber librado a la mujer de tan graves servidumbres.
Desgraciadamente, no es fácil desmentir con la misma energía la noticia publicada
por un periódico irresponsable, acerca de que un joven inexperto murió
asfixiado en brazos de una mujer de plástico. Sin negar la posibilidad de
semejante accidente, afirmamos que sólo puede ocurrir en virtud de un
imperdonable descuido.
El aspecto moral
de nuestra industria ha sido hasta ahora insuficientemente interpretado. Junto
a los sociólogos que nos alaban por haber asestado un duro golpe a la
prostitución (en Marsella hay una casa a la que ya no podemos llamar de mala
nota porque funciona exclusivamente a base de Plastisex ©), hay otros que nos acusan de
fomentar maniáticos afectados de infantilismo. Semejantes timoratos olvidan
adrede las cualidades de nuestro invento, que lejos de limitarse al goce
físico, asegura dilectos placeres intelectuales y estéticos a cada uno de los
afortunados usuarios.
Como era de
esperarse, las sectas religiosas han reaccionado de modo muy diverso ante el
problema. Las iglesias más conservadoras siguen apoyando implacablemente el
hábito de la abstinencia, y a lo sumo se limitan a calificar como pecado venial
el que se comete en objeto inanimado (!). Pero una secta disidente de los
mormones ha celebrado ya numerosos matrimonios entre progresistas caballeros
humanos y encantadoras muñecas de material sintético. Aunque reservamos nuestra
opinión acerca de esas uniones ilícitas para el vulgo, nos es muy grato
participar que hasta el día de hoy todas han sido generalmente felices. Sólo en
casos aislados algún esposo ha solicitado modificaciones o perfeccionamientos
de detalle en su mujer, sin que se registre una sola sustitución que equivalga
a divorcio. Es también frecuente el caso de clientes antiguamente casados que
nos solicitan copias fieles de sus esposas (generalmente con algunos retoques),
a fin de servirse de ellas sin traicionarlas en ocasiones de enfermedades
graves o pasajeras, y durante ausencias prolongadas e involuntarias, que
incluyen el abandono y la muerte.
Como objeto de
goce, la Plastisex ©
debe ser empleada de modo mesurado y prudente, tal como la sabiduría popular
aconseja respecto a nuestra compañera tradicional. Normalmente utilizado, su
débito asegura la salud y el bienestar del hombre, cualquiera que sea su edad y
complexión. Y por lo que se refiere a los gastos de inversión y mantenimiento,
la Plastisex © se paga ella sola. Consume tanta
electricidad como un refrigerador, se puede enchufar en cualquier contacto
doméstico, y equipada con sus más valiosos aditamentos pronto resulta mucho más
económica que una esposa común y corriente. Es inerte o activa, locuaz o
silenciosa a voluntad, y se puede guardar en el closet.
Lejos de
representar una amenaza para la sociedad, la venus Plastisex © resulta una aliada poderosa en la
lucha por la restauración de los valores humanos. En vez de disminuirla
engrandece y dignifica a la mujer, arrebatándole su papel de instrumento
placentero, de sexófora, para emplear un término clásico. En lugar de mercancía
deprimente, costosa o insalubre, nuestras prójimas se convertirán en seres
capaces de desarrollar sus posibilidades creadoras hasta un alto grado de
perfección.
Al popularizarse
el uso de la Plastisex ©,
asistiremos a la eclosión del genio femenino, tan largamente esperada. Y las
mujeres, libres ya de sus obligaciones tradicionalmente eróticas, instalarán
para siempre en su belleza transitoria el puro reino del espíritu.
Extraido de:
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